Aquest es el blog de Climent Sabater

Aqui es on vull depositar el que vaig escrivint o he escrit al llarg del temps. El contingut dels meus escrits, es divers, pero habitualment tenen caire reivindicatiu o social



Fixau-vos que la data de publicacio, normalment, no coincideix amb la data en que es va escriure.



A MIS AMIGOS CASTELLANOPARLANTES:

Os pido un poco de paciencia, hasta que tenga
tiempo de traducir los escritos.



dimecres, 29 de novembre del 2017

EL CABALLERO IMPASIBLE

Aquesta es una nova tasca del Taller de escriptura. Hi havia que crear dues històries diferents, que es creuasin i tinguesin influencia una sobre l'altra. Jo he adaptat un resum del que será el primer capitol de la meva novela sobre Mulla Husayn (que será en castellá), amb una historia dedicada a Stephen.

William había llegado al fuerte Tabarsí. Era la primavera de 1849. Tenía mucho interés en saber más de ese movimiento que estaba revolucionando el país. No tuvo muchas dificultades para acceder al lugar, por su condición de diplomático inglés. Se trataba de un antiguo santuario abandonado. En su tiempo, fue un lugar de culto en honor de un importante personaje religioso. Sus ocupantes lo habían acondicionado como lugar de resistencia. Habían reforzado e incrementado la altura de los muros exteriores, hasta casi alcanzar los 3 metros.  El recinto tenía ahora forma octogonal, con el mismo número de torres de vigilancia en cada extremo. El cerramiento que era de doble pared, para contener los ataques de artillería,  contenía un solar de unos 5000 metros. En el centro del patio, estaba lo que había sido el santuario. Un pequeño edificio ligeramente ampliado, que ahora tenía una utilidad múltiple: dormitorios compartidos, almacén, cocina, armería y lugar de oración. Todo ello, se realizaba bajo las órdenes de Muhammad Baquir, un sacerdote musulmán muy conocido por su sabiduría e inteligencia. Aquí estaba demostrando sus dotes organizativas.
Entonces lo vio. No hacía falta que se lo presentaran o le indicaran. Tenía que ser él. Un hombre alto, enjuto, impresionante montado en su caballo. Irradiaba mucha dignidad en su porte. Su rostro aparentemente impasible, transmitía mucha tranquilidad. Su barba era poblada, pero no muy larga. Su ojos, negros, agudos, tanto que parecían inquirir en lo más hondo de tu ser.
Esteban había encontrado el libro en casa de su abuelo. Entre los cientos de libros de la enorme librería de su progenitor. Le llamó la atención el título y, sobretodo, porque no era normal que su abuelo tuviera un libro que parecía de aventuras, entre los libros serios que almacenaba. La mayoría eran sobre temas sociales, alternativos, de historia de Menorca o sobre religiones.
William se estremeció cuando se dio cuenta de que Mullá Husayn se dirigía hacia él. Al llegar a su altura, desmontó con un grácil movimiento y se le acercó amablemente. Su saludo fue de lo más afable, ofreciendo la mano derecha y, acto seguido, apoyando la izquierda en su hombro. De cerca, le pareció todavía más impresionante. Pero seguía irradiando una extraordinaria tranquilidad, a pesar del terrible momento que se vivía.
Eran 313 hombres. Estaban decididos a defender aquel lugar, que era lo mismo que defender sus creencias e ideales. El enemigo era ni más ni menos que el propio Sháh de Persia, que había ordenado a su tío el aplastamiento de aquella revuelta. Para ello, había puesto a sus órdenes a un ejército completo de miles de hombres. Y se preparaban para aquella desigual batalla. No habían transcurrido más de 15 minutos y Esteban ya estaba prendado de aquel libro, de aquella historia que no podía dejar de leer.
Habían expresado sus buenas intenciones, a través de cartas o entrevistas con los principales clérigos de Mazindarán. Afirmaban que su intención no era usurpar la autoridad del Sháh, que su misión estaba relacionada con la llegada del Mahdi (el Prometido en el Corán) y que ellos traían un mensaje de paz y concordia, aunque también de reforma en el seno del mundo musulmán. No obstante, los propios clérigos fueron los que alentaron a los militares a atacar. Seguramente, por miedo a que su posición privilegiada fuera socavada.
William se asustó mucho con el primer cañonazo que golpeó la pared oriental. Y buscó con la vista el rostro de Mullá Husayn. Este seguía tan impasible como antes. Permanecía sobre su caballo dando órdenes tranquilamente a sus compañeros. El gran impacto de los proyectiles, tanto de fusil como de mortero, estaba haciendo estragos en el muro defensivo y algunos de sus ocupantes sucumbieron.  Cuando vio el estado de agitación de William, le conminó a refugiarse en el edificio del Santuario, con estas palabras: “debes dar fe de todo lo que ocurra aquí. Protégete”
Durante la noche, los ataques cesaron. Y William pudo darse cuenta de que Él reunía a sus principales. Después supo que habían planeado tomar la iniciativa en el ataque y pasar a la acción. No querían asistir impasibles a su propia derrota.
Esa madrugada,  ocurrió: El portón norte se abrió y, de repente, Mullá Husayn desenvainó su espada y profirió por primera vez aquel grito. Esteban buscó rápidamente el significado, en internet. “Ya Sahibu’z-Zaman”. No había un significado como tal. Se trataba de una súplica. El grito equivalía a “OH SEÑOR DE LA EPOCA”. La misma súplica que habían entonado más de 1000 años antes, los primeros musulmanes que defendieron su Fe de los enemigos y que acabó con el Martirio de Husayn, nieto del Profeta Mahoma. Su lectura ya no era atenta, era ávida. Necesitaba seguir leyendo, pero sabía que no disponía del tiempo suficiente. Debía estudiar, tenía que aprobar ese examen como fuera. Su futuro dependía de ello. Aunque era un portento en informática, Esteban –a sus 18 años- era autodidacta. Sus investigaciones eran vanguardistas, manejaba con fluidez los conocimientos sobre Bitcoin y Blockchain, pero no podía vivir de ello –todavía- . Si no aprobaba la prueba de acceso a la universidad, no tendría nunca un trabajo de verdad, aunque fuera tan listo. Su entorno todavía no entendía que se había creado un sistema en la Red, que iba a revolucionar la forma de entender el mundo. Un mundo donde cambiaría radicalmente el sistema financiero, contractual y comercial, al eliminar intermediarios.  
Hubo un momento de confusión, pero un número reducido de compañeros siguió a Mullá Husayn cuando salió del fuerte. Su mirada mudó, hasta parecer felina. Sus gritos de  “Ya Sáhibu’z-Zamán ahora eran ensordecedores, tanto que paralizaron a los soldados apostados en el exterior del fuerte. Aquella imagen de un jinete tan aguerrido enarbolando su espada y con temibles gritos, hicieron mella en el enemigo. Pero cuando observaron el repentino despliegue del estandarte negro, así como los turbantes, también negros, (que implicaba la aceptación del martirio) de esos valientes guerreros, el temor de aquellos soldados desmotivados, se incrementó en grado sumo. La salida en tropel y por sorpresa de aquel grupo valiente y entusiasta, junto con la circunstancia de la tormenta de lluvia y viento de la noche anterior, que había embarrado todo el exterior del fuerte, dificultaron mucho el movimiento de unas tropas que se sentían inicialmente muy superiores, pero que habían sido brutalmente sorprendidas. Muchos soldados se hallaban todavía adormilados, cuando el grupo atacante llegó a sus tiendas, aterrorizando a sus ocupantes, que huían sin honor. En menos de 30 minutos, la mayoría de soldados habían huido a refugiarse al pueblo que estaba a pocos cientos de metros y donde estaban agazapados sus superiores. Los que no lo consiguieron, fueron pasto de la furia de aquel grupo tremendo y decidido, que destruía barricadas y tiendas a su paso.  Mullá Husayn era como la punta de lanza de aquel grupo temible y siempre con su espada en la mano, ahora ensangrentada.
No sólo fue ahuyentada la mayoría de aquel ejército bien entrenado y alimentado pero sin coraje, sino que muchos de sus jefes perdieron la vida, con el convencimiento general de que estaban siendo atacados por hordas de soldados bien preparados, cuando –en realidad- se trataba de un reducido grupo de estudiantes, campesinos o clérigos, sin formación militar y, en algunos casos, sin armas adecuadas.
Cuando regresó al fuerte, William fue al encuentro de Mulla Husayn, que rechazaba los ofrecimientos de sus compañeros, de curar sus escasas heridas a pesar del fragor de la batalla. Cuando tuvo su oportunidad, le preguntó: ¿De qué estáis hecho? ¿De dónde sale vuestro extraordinario valor e increíble energía? El corazón de Esteban, empezó a palpitar deprisa. Tenía verdadera ansia de saber la respuesta a esas preguntas.
“Se trata de liberar la fuerza que hay en nuestro interior” fue su respuesta, acompañada de una amable sonrisa, mientras elegantemente se dirigía a atender a sus compañeros y procurando su descanso. William se quedó pensativo, mientras se daba cuenta de que, aquel guerrero espiritual, era impasible, pero no insensible. Antes de finalizar el día, se aseó y se retiró al espacio que se había reservado en el Santuario, para iniciar sus oraciones hasta muy entrada la noche.
¡Yo debo hacer esto! se dijo asimismo Esteban. ¿Pero cómo? ¿Dónde está mi fuerza interior?
Después de aquella incursión al exterior del fuerte y la vergonzosa derrota del enemigo, vinieron unos días de relativo descanso, en que se pudo curar a los heridos, enterrar a los muertos y reforzar las defensas. Mulla Husayn, sabía que el ejército se iba a reagrupar y volverían a atacar. Y ello ocurrió justo una semana después, mediante órdenes que llegaban directamente de Teherán.  Nuevamente, aquel increíble caballero volvió a montar su corcel negro como su turbante. William se dio cuenta, de que esa mañana Él vestía ropas nuevas, lo que le llamó la atención, pero acto seguido se encaramó a una de las torres de vigilancia, para observar aquella maravilla. Se abrió el portón este del fuerte y como una exhalación salió ese irreflexivo grupo, con Mulla Husayn al frente y rugiendo su grito de guerra. Las balas empezaron a silbar con furia, pero sólo se detenían los que eran abatidos sin remedio. Los demás, algo más de un centenar, seguían a su jefe que ponía en fuga a todo el que encontraba a su paso o caía bajo el metal de su cimitarra. El terror empezó a cundir entre las tropas; se inició una gran retirada, mientras Mulla Husayn y su grupo atravesaba entre las tiendas y las barricadas de los soldados. De todas partes llovían balas sobre Él, pero su velocidad y audacia llegaban a tal extremo que parecía como si se moviera más deprisa que las balas de los fusiles. Y los gritos de Yá Sahibu’z-Zamán se mezclaban con las exclamaciones de pánico y desesperación de aquel ejército.  De repente, la fatalidad: Su precioso caballo se acababa de enredar con las cuerdas de una de las tiendas y Él no podía avanzar. Uno de los soldados que había iniciado la fuga, se dio cuenta de lo que ocurría y vio su oportunidad. Agazapado y escondido, apuntó su rifle hacia Mulla Husayn y su disparo fue certero. Un grito de alegría llenó el campo de batalla y el grupo atacante cejó en su empeño, para ir en auxilio de su líder. Con dificultad se retiraron al fuerte, trayendo consigo a un Mulla Husayn moribundo. En ese momento, William comprendió porqué Él estaba usando ropas nuevas esa mañana.
Esteban se dio cuenta de que las lágrimas rodaban por sus mejillas. Sintió mucha pena por ese guerrero intrépido. De buena gana hubiera seguido leyendo, pero su obligación era estudiar, estudiar toda la noche si era necesario. Porque el desafío que tenía delante era decisivo y no podía fallar. Así que cerró el libro y se prometió acabar de leerlo cuando todo hubiera pasado.
Se sentó delante de los dos libros que debía estudiar con decisión. Se tomó un café bien cargado y comenzó su tarea. Al cabo de tres horas, se dio cuenta de que estaba superando sus límites, puesto que nunca había conseguido aguantar más de una hora y media seguida. Y siguió estudiando. Y así toda la noche. Cuando despuntó el alba, algo le decía que iba a superar el examen. Ya no era el mismo: su fuerza interior había sido liberada.




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