Las próximas generaciones, en las
clases de historia, estudiarán nuestras tristes y actuales noticias de las
muertes de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, como un fenómeno social
que era alarmante, en aquel momento.
Porque las próximas generaciones
ya no vivirán esta lacra, si educamos a nuestros hijos y a los jóvenes de hoy,
de manera que vean a los hombres y mujeres unidos socialmente, en la diversidad
que nosotros y ellas representamos.
Estoy convencido de que, más
pronto o más tarde, esta situación vergonzante y sangrante, dejará de
golpearnos como ahora. Igual que, para todos nosotros, es historia la época en
que las mujeres no tenían derecho a votar o necesitaban permiso de su marido,
para la mayoría de actuaciones contractuales. Todo eso era real hasta hace unas
generaciones; estamos hablando de los años 30 del siglo pasado.
Los cambios sociales se producen
cuando la sociedad provee de los sistemas educativos necesarios. Sin educación,
no hay cambios.
Un día seremos conscientes de
que, no sólo legalmente somos iguales los hombres y mujeres, sino también en la
realidad cotidiana. Física y psicológicamente somos diferentes, como tiene que
ser para perpetuar nuestra especie, pero somos partes de la misma unidad: el
género humano. Los que nos falta, como decía más arriba, es aceptar nuestra
unidad intrínseca a la vez que aceptamos nuestra diversidad.
No es que se perjudique solamente
a las mujeres, cuando nos comportamos de forma machista; es la sociedad como un
todo la que sufre. Y la sociedad, si quiere alcanzar su completo desarrollo, no
puede ser machista ni feminista, es necesario que sea una mezcla de las dos
características genéricas, porque no podemos privarnos de todo el potencial de
ninguna de las dos fuerzas. Nuestra civilización, en un futuro más cercano que
lejano, ya no estará dominada por la fuerza física ni la agresividad, que van
perdiendo su importancia a favor de la capacidad intelectual, la intuición, la
solidaridad y la cooperación.
Y en estos campos, las mujeres,
evidentemente, tienen mucho que decir.
Un sabio oriental (*), hace
tiempo decía: “La humanidad es como una
ave. Una de sus alas es masculina y la otra femenina y representan la realidad
de nuestra especie. Si un ala está más desarrollada o menos que la otra, esta
ave no podrá volar, porque estará desequilibrada”.
(*) Abdu`l-Bahá
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