Talvez parezca extraño el título de este escrito, pero hace años que existe
esta denominación. Se les llama prejóvenes, a los niños que están en la franja
de edad de entre 11 y 15 años. Son aquellos jovencitos que son algo mayores
para ser considerados niños, pero que todavía no son, propiamente, jóvenes.
Evidentemente, no se trata de consideración oficial alguna, ni siquiera
popular, pero una organización (Instituto Ruhí de Colombia) lleva más de 30
años preocupándose por la atención específica y concreta de los prejóvenes,
porque considera capital la formación de estos adolescentes, puesto que están
en una época determinante en su propio desarrollo personal.
Este centro formativo www.ruhi.org, (que va de la mano con FUNDAEC www.fundaec.org,
-organización que hace poco recibió un importante reconocimiento a su labor
educativa- ambos de inspiración bahá´i) había constatado una falta de educación
moral y formativa en este grupo social –a pesar de que son el futuro de
nuestras comunidades- y que la fuerte influencia consumista e individualista
imperante, desvirtúa las capacidades y energía propia de los jóvenes de esta
edad. Que se confunde su inexperiencia con incapacidad, que su madurez
incipiente es ridiculizada, que su potente energía es disipada con
distracciones. Como consecuencia, la situación convierte a estos niños en unos
jóvenes y –posteriormente- adultos, que sólo piensan en su bienestar personal
–de forma absolutamente hedonista-, en satisfacer placeres y en consumir. Y los
del Instituto Ruhí pensaron que tenían que hacer algo.
Su labor se inició en su país de origen, con resultados muy satisfactorios,
tanto, que el modelo se exportó. He visto este modelo en acción, en el pueblo
de Málaga donde vive mi hija y puedo dar fe de los buenos resultados de esta
labor. Es emocionante comprobar como un niño de 14 años, habla con tanta
personalidad como un adulto (a quienes se dirige públicamente), sin perder su
identidad y manteniendo toda la energía propia de su edad. Más, cuando has
conocido este mismo niño un par de años antes –momento en que iniciaba este
programa de prejóvenes- y no era más que una fuente de palabrotas y gritos, un
manojo de nervios, y que sólo hacía tonterías (propias –según se dice- de estas
edades). El secreto de este comportamiento es la aplicación de un programa que
fomenta un doble propósito moral: la transformación del individuo y de las
estructuras sociales. De manera que el prejóven se convierte en un miembro
ético de aquel entorno que quiere transformar, en un auténtico agente de cambio
social que, poco a poco, implica a los que le rodean (familia, amigos…). Se
promueven actividades que buscan liberar los poderes intelectuales y
espirituales de los adolescentes, encaminándolos hacia el servicio a la
comunidad y mostrando que ellos son capaces. Resumiendo, este doble propósito
consiste en una transformación personal y, a la vez, colectiva.
Efectivamente, los jóvenes de esta edad están formando su personalidad y
son parecidos a esponjas que absorben todo lo que les rodea y, por tanto, muy
sensibles a todo tipo de influencias. Es una época en que dudan de casi todo,
se sienten excluidos, temerosos y les
falta confianza. El programa del Instituto Ruhí contiene unos materiales
comunes y unas actividades adaptadas a cada lugar, que pretenden llenar las
ansias propias de los prejóvenes, con alternativas a las ofertas consumistas e
individualistas de nuestra sociedad. Realizan actividades reales de servicio
comunitario (visita a gente mayor, limpieza de playas y parques, cuidado de
animales, etc.) Con estas actividades, ya no se siente faltos del sentimiento
de pertenencia. Su sistema se basa en el aprendizaje permanente –incluso de los
errores- a través de unos materiales que se han experimentado durante años y que
estudian con un animador (normalmente un joven). Cada apartado del programa
tiene una enseñanza central y se trabaja en serio en los encuentros semanales.
Por ejemplo, uno de ellos toca el tema de que el esfuerzo es una virtud
importante, que atrae confirmaciones y satisfacciones. En otro, se enseña a
mantener la esperanza, aunque nos toque vivir situaciones muy difíciles y como
discernir un comportamiento ético. En todo caso, todos los materiales intentan
hacerlos meditar. Con tal de que desarrollen su capacidad latente. Como decía,
el programa incluye actividades complementarias (muchas veces en el exterior)
que procuran poner en práctica los conceptos aprendidos, pero también hacen
deporte y otras actividades de convivencia y fomento de la amistad. Por cierto,
el papel del animador es, precisamente, la de un verdadero amigo, un amigo
mayor, que les apoya si tienen dificultades (aunque solo sea ayudándoles a
hacer los deberes)
Es una iniciativa muy valiosa, que
pretende dar importancia a un grupo social, demasiadas veces maltratado, demasiadas
veces desprestigiado; que desea aprovechar la tremenda energía que tienen para
beneficiar a la colectividad y que, finalmente, es un antídoto contra el
individualismo más mordaz. Pero, lo más importante, es que les enseña a vivir
libres del materialismo, a descubrir el poder del pensamiento y a comprobar
que, por encima de todo, son seres nobles.
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